Blog Post

CAPITANA DE MI ALMA

  • Por Cristina Núñez De Pablos
  • 29 oct, 2018

Mi aprendizaje en el Centro Penitenciario de Mujeres de Alcalá Meco

Vulnerabilidad, nervios, preocupación.

Sin duda iba a estar delante de una de las audiencias más difíciles de mi vida y hablar delante de ellas suponía un reto importante para mí.

Se trataba de dar una charla / taller en el centro penitenciario de mujeres de Alcalá Meco donde más de 500 internas están allí cumpliendo condena.

Todo empezó un día, me vino a la mente la idea de hacer un voluntariado para empoderar a mujeres sin recursos o en riesgo de exclusión.

Inmediatamente pensé en una cárcel de mujeres.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Dios mío, qué duro debe ser estar privada de libertad, sin poder acariciar ni besar a tus seres queridos, sin disfrutar de un paseo por la playa, por la ciudad...

Decidí que buscaría la forma de poder materializarlo antes de que acabara el año.

Y cosas del destino, del universo, de la vida... a las pocas semanas, hablando con mi profe de oratoria Alberto Aguelo, me dijo que había estado el día anterior en la cárcel dando una ponencia junto al también amigo, el maestro, Luis Pérez Santiago.

Mi respuesta no se hizo esperar, ¿Y cómo fue la experiencia? ¿Tú tienes el contacto de las personas que lo organizan? Porque me encantaría dar un taller en una cárcel de mujeres.

Y Alberto que es un mago de que las cosas pasen, esa misma tarde envió un email a la ONG Solidarios para el Desarrollo hablándoles de mí y de mi iniciativa.

Y al día siguiente ya tenía fecha: sábado 27 de octubre.

Las dos semanas anteriores, este tema me tuvo muy inquieta y hablé con varios profesionales y amigos para asesorarme bien y contarles la idea que había pensado para ver si les parecía adecuada.

Y gracias a sus aportaciones fui perfilando la charla.

Confieso que tenía miedo sí, de no estar a la altura, no llegar a conectar con ellas, que me abuchearan...

Uno de mis mayores miedos es el miedo al rechazo y me aterraba pensar que me pudieran dar la espalda.

Pero como ser valiente es actuar a pesar del miedo y yo lo soy, no dejé que éste me paralizara.

¿Cómo serán? ¿Qué les voy a contar?

Al fin y al cabo yo no había estado ahí dentro, no sabía nada de su vida ni tampoco cómo empatizar con ellas.

Una voz desde muy dentro me dijo: “Sé auténtica, habla con el corazón y te escucharán”.

Eso me tranquilizó.

Decidí que iba a dar el 100% de mí, que me iba a entregar para transmitirles lo mejor de mí y que aceptaría su respuesta fuera cual fuera.

Llegó el gran día.

Jamás había estado en una prisión y me impresionó mucho el edificio con los alambres de espino, ver todas las puertas abrirse con rejas y lo que tantas veces había visto en las películas, la famosa sala en la que las internas se ven con sus padres o parejas a través de un cristal. Había una gran cantidad de personas esperando para ver a las internas. Pese a lo que podamos imaginar, los familiares eran gente totalmente convencional, que podían ser perfectamente los vecinos del cuarto. 

Tuve la suerte de ir acompañada por dos voluntarias, Ana y Sandra, que habían estado muchas veces en ese centro, se conocían todos los protocolos e hicieron que todo fuera muy fácil.

Mi predisposición antes de ir era de no juzgar absolutamente nada de lo que viera, de apertura mental y aceptación total.

Fueron llegando, iba saludándolas personalmente a cada una de ellas con dos besos y una sonrisa.

Subí al escenario del salón de actos y me encontré con un grupo de mujeres, de todas las razas, países y colores de piel, que se sentaron dispuestas a escucharme. Noventa minutos por delante para entregarles un poco de aire fresco.

Puse el corazón en sus manos y me dejé llevar.

Photo by Denise Jans on Unsplash

Empecé dándoles las gracias por darme la oportunidad de pasar un ratito con ellas y les conté tres historias:

La historia de Nelson Mandela y cómo tras 27 años en prisión supo transformarse en una persona tolerante, que eligió el perdón y el amor en lugar del odio, el resentimiento y la venganza. Y cómo su sueño de unir a un país dividido por el racismo, su Sudáfrica querida fue el artífice de esta transformación.

La historia de Terarai Trent, una mujer de Zimbawe nacida en los 60 en el seno de una familia pobre que fue obligada a casarse con 13 años y sufrió todo tipo de humillaciones, maltrato y abusos. Y cómo conectarse con su gran sueño la mantuvo con fuerza toda su vida. Un sueño a priori imposible: Estudiar y doctorarse en Estados Unidos y que tras un camino lleno de obstáculos y contra todo pronóstico logró.
La historia de Victor Frankl, el médico psiquiatra vienés que sobrevivió a dos campos de concentración: Auswitch y Dachau. Y cómo lo hizo gracias a la fortaleza que le dio su deseo de cumplir una misión: escribir un libro y contarle al mundo lo que había descubierto tras años encerrado y sometido a todo tipo de vejaciones. Su descubrimiento fue que no importaba a cuántas injusticias y atrocidades fuera sometido el hombre, que había algo que no le podían arrebatar nunca: la libertad de pensamiento. Y lo llamó la última de las libertades humanas. Crear un espacio en la mente a través de la imaginación donde escapar de todo lo que estaba viviendo.

Estas tres historias tenían un nexo común: una vida de mucho dolor y un sueño que mantenía con fuerzas a sus protagonistas y que lucharon contra viento y marea para conseguirlo. Mi intención era que se sintieran inspiradas por estas tres historias y se dieran cuenta que si se aferraban a un sueño de su alma, lo alimentaban y confiaban, ellas también podrían lograrlo algún día.

Después hablé de mi historia y les conté mi sueño y les hice salir por unos minutos de prisión y conectar con el suyo a través de una visualización.

Las mujeres que lo desearon compartieron la experiencia y fue muy enriquecedor escucharlas contar lo que habían sentido con el ejercicio y lo que habían visualizado.

Se abrió un debate en el que salieron muchos de sus miedos, los motivos de su malestar y sus preocupaciones. Varias de ellas, llegaron a la conclusión de que ser positivas, centrarse en lo bueno que tenían, buscar la forma de aprovechar su tiempo allí para transformarse en una mejor versión de sí mismas era la mejor opción que podían tomar y así lo compartieron con las demás. Unas asentían, otras callaban, el mensaje había surtido efecto.

Y justo después conectamos con el corazón, sintiendo los latidos y con nuestra luz interior y soltamos con un gesto, los miedos y las preocupaciones que nos atormentan.

Para finalizar hicimos una dinámica de empoderamiento e invité a todas a subir al escenario. Esta dinámica acababa con un abrazo. Y tuve la inmensa fortuna de llevarme muchos de estos abrazos. Algunos fuertes, largos y todos sinceros.

Y acabé con esta frase del famoso poema Invictus escrito por el poeta inglés William Ernest Henley y que sirvió a Mandela de inspiración para mantener la fortaleza en el tiempo en que permaneció encarcelado: 

"No importa cuán estrecho sea el camino, 

cuán cargada de castigos la sentencia, 

Yo soy la dueña de mi destino, yo soy la capitana de mi alma"

Un lindo final, mucha emoción, aplausos y agradecimiento.

¿Quién se llevó más? Sin lugar a dudas yo, porque me llevé el cariño de más de 30 mujeres que asistieron y mucho aprendizaje. Os comparto aquí algunos de ellos:

Uno de mis miedos antes de llegar allí era que me abuchearan, que me rechazaran, que me juzgaran pensando que yo había tenido una vida fácil y que no tenía legitimidad para estar delante de ellas porque yo no sabía lo que era estar en prisión.

Este miedo para nada se materializó y me di cuenta de que: Si tú no juzgas, los demás no te juzgan. La vida te devuelve lo que das.

En un momento de la charla, hubo un momento un poco tenso cuando una de las internas afirmó que la mayoría de las mujeres de la prisión eran muy malas y que le buscaban continuamente problemas y otras muchas decían que eso no era así, que eran las menos.

Y volví a ver ante mis ojos cómo lo que crees, lo creas en tu vida.

Misma realidad, diferentes percepciones. Y para todas ellas era real.

También me di cuenta de mi propia evolución y de la importancia de dejar que cada persona lleve su ritmo de aprendizaje según su nivel de conciencia. Hace años me habría salido tratar de convencerlas a todas de mi punto de vista, pero ahora no, entendí que hay que aceptar y respetar la evolución y el ritmo de cada persona. 

No sé qué historia puede haber detrás de cada una de esas mujeres, yo solo sé que vi MUJERES en esencia, algunas con mucho dolor en su corazón, mostrando su más absoluta vulnerabilidad y su lado más humano.

Disfruté mucho de su compañía y recibí mucho cariño por su parte. 

Aprendí que cuando te atreves a hacer lo que temes y miras de frente a tus miedos, ellos se hacen pequeños y tú te haces más grande.

Y también te abres a los regalos del universo que son muchísimos.

Cuando das sin esperar nada a cambio, cuando menos te lo esperas, recibes más, mucho más de lo que das.

Gracias a Alberto Aguelo, Álvaro Crespo, Juanma Quelle, Elena Márquez, Sebastián Sánchez, Pilar Carrasco y Laura Guerra que han sido mis ángeles en esta experiencia y me han asesorado y ayudado para que saliera todo tan bien.

Y por supuesto gracias mil a las dos voluntarias Ana y Sandra por dedicar su tiempo y su sábado a ayudarme y a compartir vivencias con las mujeres de Alcalá Meco.

Es una experiencia que me ha hecho sentirme bendecida y que sin duda... repetiré. 

Por Cristina Nuñez De Pablos 07 jun, 2019

 

¿Alguna vez te has sentido perdida, con mucha confusión y sin saber muy bien hacia dónde tirar?

Ante la pregunta ¿quién eres? ¿qué responderías?

Déjame adivinar, ¿has respondido tu nombre?

Venga, haz otro intento, ¿quién eres?

¿Has respondido tu profesión?

 

Tranquila ;) es una respuesta compleja de responder.

Pero piénsalo bien...

 

Si no sabemos quiénes somos, ¿cómo vamos a mirar al futuro con confianza y con claridad? ¿Cómo vamos a definir metas motivadoras que nos impulsen a superarnos?

“Conócete a ti mismo” es uno de los más famosos aforismos de todos los tiempos que se encontraba inscrito, en el templo de Apolo, en la ciudad griega de Delfos.

Seguro que lo habías escuchado cientos de veces.


Pues así es, conocerse a sí misma es un must para cada una de nosotras: comprendernos, aceptarnos, estudiar la propia alma, pues solo así podremos orientar nuestra vida hacia nuestros propósitos e intereses.

 

Y es que una de las claves del desarrollo personal, es el autoconocimiento.

Éste, nos ayuda a saber quiénes somos, a luchar por nuestros sueños, a que nuestras emociones sean más equilibradas, a relacionarnos con los demás desde un lugar más auténtico y por tanto a que nuestra vida sea más plena y feliz. 

El autoconocimiento está íntimamente relacionado con el bienestar emocional.

Saber escuchar lo que sentimos, nuestras emociones y entender el significado que tienen para nosotras nos ayuda a comprendernos y a tener una mente más sana.

Conocernos a nosotras mismas no es tarea fácil, hay veces que puede llevarnos una vida entera.

Sin embargo, con las herramientas adecuadas podemos ganar años de evolución.

Así que vamos a ponernos manos a la obra:

Te traigo en este post, tres ejercicios para mejorar tu autoconocimiento:

 

1.   Durante una semana estate atenta a las emociones que tienes a diario y escríbelas en un cuaderno.

¿Podrías detectar los pensamientos que han ocasionado cada una de ellas?

Cuando llegue el último día de la semana lee todo lo anotado, todas tus emociones, y los pensamientos que las han ocasionado y responde a estas preguntas:

 

¿Cuáles son tus emociones predominantes?

¿Has detectado algún patrón de pensamiento que se repite?

¿Qué puedes aprender de ello?

  

2.  Piensa y escribe 3 momentos de tu vida en los que fuiste inmensamente feliz.

¿Qué tenían en común? ¿Qué sentimientos tenías? ¿Por qué te sentías así? ¿Qué necesidades tenías cubiertas? ¿Qué crees que te hacía más feliz?

Viéndolo ahora con perspectiva, qué es lo que más te importaba en esos momentos? ¿Te sigue importando lo mismo?

 

3. Pide feedback a las 3 personas que más te conozcan acerca de tus cualidades, también tus defectos. Seguro que te sorprenderá todo lo que descubres.

Aumentando tu autoconocimiento, te sentirás mejor, mejorarás tu vibración y empezarás a ver nuevas y emocionantes oportunidades para tu crecimiento y éxito. 

Por Cristina Nuñez De Pablos 28 may, 2019
Reinvención profesional
Por Cristina Nuñez De Pablos 26 dic, 2018
5 ideas para despedir el año y dar la bienvenida a 2019.
Por Cristina Nuñez De Pablos 18 nov, 2018
Conferencia en Casa África. Las Palmas de Gran Canaria.
Por Cristina Núñez De Pablos 25 oct, 2018
Los sueños se cumplen.
Por Cristina Núñez De Pablos 19 oct, 2018
Día Internacional del Cáncer de Mama
Por Cristina Núñez De Pablos 08 sept, 2018
Vuelve con una sonrisa al trabajo
Por Cristina Nuñez De Pablos 16 ago, 2018

Tengo que reconocerlo, me costó y mucho.

Viví muchos años, pensando que lo importante eran los demás y lo que yo proyectaba en ellos.

Que me tenía que preocupar en lo que pensaran de mí los demás, que me vieran como una persona agradable, simpática, buena gente, entregada, que se preocupaba por ellos.

Recibí una educación en la que lo más importante eran las personas, la familia, los amigos. Recuerdo que nos decían “Ama al prójimo como a ti mismo”, pero siempre pensé que el prójimo tenía más peso y al menos yo el “amarme a mí misma” no lo practicaba mucho.

Así que un poco por educación, otro poco por mí, tergiversé esta enseñanza y me olvidé bastante de mí. 

Y fui creciendo sin saber detectar ni satisfacer mis necesidades, no me priorizaba, siempre pensaba que los demás estaban antes que yo . No era algo racional, era inconsciente, era más bien un hábito automático.

Me acostumbré al papel de “la fuerte”, yo siempre estaba bien, no había momentos para caer, los demás me necesitaban y yo estaba ahí para ellos.

Tengo que reconocer que su amor, su cariño, su agradecimiento hacia mí eran mi sustento, me llenaban sus palabras bonitas y me hacían sin darme cuenta, necesitarlas. Así que no importaba cómo yo estuviera, si alguien me requería o me pedía algo, ahí estaba yo. Incondicionalmente. 

Lo hacía de corazón y desde el amor a los demás y estaba bien.

Sin embargo llegó un momento en que necesitaba ese amor externo porque yo no sabía cómo darme ese amor a mí misma, era muy crítica y exigente conmigo y no sabía dedicarme unas palabras bonitas. No sabía, literalmente y tampoco era consciente de su importancia.

Creía que ser exigente y dura conmigo era lo que tenía que hacer para convertirme en mejor persona y para no cometer fallos. Sin embargo, no me daba cuenta de que esto minaba mi autoestima y tenía el efecto contrario.

Todo cambió cuando aprendí a quererme , a aceptarme tal y como soy , a no necesitar nada porque yo me lo daba todo.

Decidí que ser feliz era una decisión mía que yo quería tomar cada día. Y que dependía única y exclusivamente de mí.

Aprendí que no tenía que tomarme la vida tan en serio, sino como un juego, que se trataba de disfrutar.

Se trataba de ofrecer lo mejor de mí misma a la vida, empezando desde el interior.

Primero a mí.

Todo mi amor... para mí,

mis mejores palabras... para mí,

mis mejores sentimientos... para mí,

mi comprensión, mi compasión, mi cariño... todo entero para mí.

Aprendí que el amor no se encuentra fuera, sino dentro de uno mismo, porque como dice Borja Vilaseca, “No hay suficiente amor en este mundo para llenar el vacío de una persona que no se ama a sí misma”.

Ese fue mi mayor aprendizaje.

Y cuando lo entendí y lo empecé a practicar, desde cómo pienso, cómo me hablo, con más compasión, paciencia y amor, todo ha cambiado.

Y curiosamente trato con más amor, paciencia y compasión a las demás personas. Como me entiendo a mí y soy mejor conmigo, puedo ser mejor con ellos.

Aún sigo aprendiendo, esto es algo que dura toda la vida, pero he notado unos cambios increíbles y vivo una vida más auténtica, relajada y serena.

Me he liberado de necesitar la aprobación ajena y ya no me justifico ante los demás, ya no busco su aceptación, ya no necesito que me comprendan, ni que estén de acuerdo conmigo, o que me den la razón. Evidentemente si ocurre, me agrada, pero no lo necesito.

No es arrogancia, es amor.

No es falta de consideración, es respeto.

No es falsa humildad, es comprensión.

 Ahora he vuelto a pensar en lo importante que es lo que yo proyecte en los demás pero desde otra perspectiva, la perspectiva de estar llena de amor, de estar bien sin importar lo que los demás tengan para ofrecerme, porque ya previamente me lo he dado yo.

Y de manera inevitable, me llega más amor.

Así que te pido que te hagas un favor: 

Enamórate de ti, de lo que reflejas, de lo que eres, de lo que representas, de tus logros, de tus fracasos. Eres única, no hay nadie en todo el planeta como tú.

Observa tu grandeza, tu poder.

Cuando tú te quieres de verdad, te aceptas, te valoras, inmediatamente las personas que te rodean te ven de otra forma.

 Hay algo realmente poderoso en ti.

Conéctate con ello.

Mantén esa imagen.

Sé buena contigo misma, sino lo eres, nadie más lo será.

Ámate a ti misma.

 

Te propongo un reto:

Fija dos momentos en el día frente al espejo uno por la mañana y otro por la noche (por ejemplo al lavarte la cara y echarte tus cremas), y repítete un mantra todos los días poniéndote la mano en el corazón.

Yo te propongo éste, pero puedes crear el tuyo propio:

TE QUIERO INCONDICIONALMENTE ... (TU NOMBRE),

TE AMO ... (TU NOMBRE),

TE ACEPTO ... (TU NOMBRE).

ERES ÚNICA

TE MERECES TODO LO BUENO QUE TIENE LA VIDA PARA TI.  

Lo más importante es que lo sientas, sientas tu vibración y repítetelo al menos 10 veces cada vez.

Estarás decretándote amor y éxito.

Hazlo. Te sorprenderá. 

  

Por Cristina Nuñez De Pablos 06 ago, 2018

 Ya estamos en agosto, llegan las vacaciones, por fin el tan merecido descanso!

Estamos dos meses más allá del ecuador del 2018 y es un momento perfecto para parar y reflexionar.

Casi sin darnos cuenta, nos dejamos llevar por la rutina, por donde nos va dirigiendo la inercia y es posible que la trampa del no parar no nos deje ver más allá. Durante el resto del año, estamos centradas en hacer, vamos corriendo de un lado para otro y con prisas y apenas dejamos espacio a reenfocar y decidir.

Por eso es tan importante esta parada técnica. Para, respira y relájate por un instante.

Imagínate que vivieras tu vida como si estuvieras escribiendo un libro... 

Y ahora responde a estas preguntas, ¿ha sido esta primera mitad del año un capítulo interesante? ¿Se lo contarías a tus nietos con emoción y disfrute?

Piensa que no vas a estar aquí siempre, por supuesto que eres muy joven, pero no tenemos garantizado estar aquí por sesenta años más. Ni siquiera por uno más.

Conéctate con la gratitud de sentirte viva, con tu  fuerza interior, con tu poder y con tu coraje. 

Y ahora, te propongo un reto, cuéntate la verdad.

¿Te apasiona la vida que estás construyendo, lo que haces, tu aportación personal? Si tu respuesta ha sido inmediata y ha sido un rotundo NO, hazte otra pregunta.

 ¿Qué podrías hacer para encontrar algo que te ilusionara y te hiciera sentir viva? 

Es absolutamente normal que no encuentres respuestas inmediatas. Porque piensa, ¿Cuánto tiempo le has dedicado a pensar qué es lo que te gustaría ser, hacer, tener o contribuir en tu vida?

Si te apetece averiguarlo, o al menos estar más cerca de conseguirlo...  Te propongo un ejercicio, durante 1 semana, nada más levantarte responde a esta pregunta:

Si te garantizaran el 100% de éxito en algo, ¿qué elegirías? ¿qué sería lo que te encantaría ser, hacer y con qué te gustaría contribuir a la sociedad?

 Déjate fluir para responder, no te presiones, hazlo todos los días durante 1 semana nada más levantarte. En esos momentos la mente está libre de corsés y te va a permitir pensar y conectarte contigo con mayor claridad.

Conocerlo es contarnos la verdad y ése es el primer paso, un paso muy importante.

El segundo paso es preguntarte, ¿qué tipo de páginas quiero escribir en mi libro de la vida?


"Nuestro miedo más profundo no es que seamos inadecuados. Nuestro miedo más profundo es que somos poderosos sin medida. Es nuestra luz, no nuestra oscuridad lo que más nos asusta. Nos preguntamos:, ¿Quién soy yo para ser brillante, maravilloso, talentoso, fabuloso? 

En realidad, quién eres tú para no para serlo?

Eres un hijo de Dios.

El jugar a ser pequeño no le sirve al mundo.

No hay nada iluminador en encogerse para que otras personas no se sientan inseguros a tu alrededor. Todos estamos destinados a brillar, como hacen los niños. Nacimos para manifestar la gloria de Dios que está dentro de nosotros. No es sólo en algunos de nosotros; que se encuentra en todo el mundo. Y cuando permitimos que nuestra luz brille, inconscientemente damos permiso a otras personas a hacer lo mismo. Y al liberarnos de nuestro propio miedo, nuestra presencia automáticamente libera a los demás".

                                              Marianne Williamson

Por Cristina Nuñez De Pablos 18 abr, 2018

La semana pasada participé en una reunión con una asociación de emprendedoras a la que pertenezco.

En un momento de la conversación en el que estábamos comentando los detalles de mi proyecto, comenzó un debate improvisado acerca de si ellas preferían trabajar con mujeres o con hombres.

La mayoría comentaba que trabajar con hombres les parecía más sencillo porque se sentían menos juzgadas y las reuniones eran menos tensas.

Una de mis compañeras en la asociación, comentaba que cuando asistía a reuniones con féminas, la mayoría de las veces, se sentía observada de arriba a abajo y algunas le decían “pero, ¿dónde vas tan arreglada?” lo cual le desagradaba muchísimo. Comentaba que para ganarse la simpatía de algunas mujeres, para que dejaran de compararse con ella y se relajaran, utilizaba la técnica del cumplido .

Esta técnica, comentaba, consiste en hacerles un cumplido: “Me gustan tus zapatos”, “Qué pendientes tan bonitos llevas”, “Qué guapa te veo” y con esta estrategia, las otras mujeres parecen relajarse y sentirse más seguras.

"Pero, ¿por qué tengo que actuar de esta forma si no me apetece?", nos decía.

La mayoría de las mujeres que estaban en la reunión comentaron lo mismo, que muchas veces trabajar con otras mujeres les parecía más difícil que trabajar con hombres.

Yo, en mi posición de apoyo incondicional a mi género, fui la única que defendí la postura contraria comentando que en mi trayectoria profesional había trabajado igual de bien con mujeres que con hombres, e incluso mejor con mujeres. Incluso muchas de ellas hoy son grandes amigas. Y es cierto. 

Pero, aunque me duela reconocerlo, he tenido algunas experiencias profesionales con mujeres que me han juzgado directa o indirectamente por mi imagen, mi físico o mi forma de ser etiquetándome, sin molestarse en conocerme antes un poco. 

Y es que emitir juicios y críticas implacables contra otras mujeres se ha convertido en un hábito para algunas féminas que sin darse cuenta utilizan esta estrategia para mitigar su falta de autoestima. 

Aquí viene mi reflexión. Se dice mucho que el peor enemigo de una mujer es otra mujer.

Me desagrada muchísimo esta afirmación pero parece haber un punto de verdad y me parece crucial abordarlo, trabajarlo y zanjarlo para siempre. Es un must para todas nosotras.

Reivindicar el papel y los derechos de la mujer en todos los ámbitos es algo loable y necesario; no obstante, el cambio comienza siempre desde dentro y no podemos olvidarnos ni obviar nuestro rol fundamental en este asunto.

Así que aportemos nuestro granito de arena para dar ejemplo de tolerancia y solidaridad entre nosotras y eliminar la absurda rivalidad que en ocasiones puede surgir entre mujeres.

Para conseguirlo pongámonos deberes:

1er paso: Conocernos y estar a gusto con nosotras mismas.

Todas sabemos lo duras que podemos ser con nosotras mismas y también que estos pensamientos y palabras que nos dedicamos en nuestro fuero interno nos pueden hacer muchísimo daño. 

Si trabajamos en conocernos, en gustarnos y en aceptarnos tal y como somos, estaremos mejorando nuestra autoestima y en consecuencia nos costará mucho menos aceptar a las demás como son. Si trabajamos en este primer paso, el que viene a continuación será mucho más fácil de lograr.

2º paso: Intentemos no juzgar a las personas.  

Estemos alertas cuando vayamos a juzgar de manera automática a alguien y parémonos para no hacerlo. Por nada. Ni por su aspecto físico, ni por su ropa, por su color de pelo, ni por su inteligencia, por su forma de ser... 

No seamos juezas implacables, ¿quién somos nosotras para juzgar a nadie? Aunque creamos tener razones, pensemos, ¿para qué lo estoy haciendo? y ¿desde dónde lo hago?.

Reflexiona sobre esto cada vez que te venga un juicio a la mente sobre alguien y observa si tiene que ver con alguna inseguridad tuya.

Y como somos humanas, cuando sin querer juzgues, piensa: ¿ese juicio puede cambiar en función de otros ámbitos o circunstancias?. Si formulo el juicio contrario, ¿existen argumentos que lo apoyen?

Estas preguntas te ayudarán a ser más objetiva y estarás programándote para dejar de juzgar automáticamente.

3er paso: Revisar las etiquetas que pusimos en el pasado.

Las etiquetas que hemos puesto a otras personas pueden tener un impacto sobre ellas. Reflexiona y piensa que tus juicios no son verdades absolutas y da la oportunidad a la gente de quitarle las etiquetas que les pusiste.


¿Sabías que se tarda muy pocos segundos en etiquetar a una persona?

Cuando juzgas a alguien, le etiquetas. Esa etiqueta congela a esa persona y da igual lo que haga, esa etiqueta perdura en el tiempo y no importa lo que haga no es fácil de eliminar.

Piensa que esa persona es mucho mucho mucho más que eso y reducirla a ese adjetivo o condición no solo le perjudica a ella, te perjudica a ti. Nos perjudica a todas.

¿Alguna vez te han etiquetado?¿Cómo te sentiste? ¿Te gustaría que otra mujer se sintiera así y ser tú la artífice?

Cambiemos esta realidad, aceptémonos tal y como somos y será mucho más fácil aceptar a los demás como son.

Apreciemos nuestra feminidad y apoyémonos unas a las otras.

Incondicionalmente. De corazón. Sean como sean. Así estaremos trazando sólidos puentes entre nosotras en lugar de ponernos zancadillas. Así juntas, seremos imparables.

Que nuestros esfuerzos y aportación a nuestro género vayan orientados a ser nosotras mejores personas, más tolerantes, solidarias y justas. Recuerda esta frase "Si tú cambias, todo cambia" y así todas juntas tal vez podamos cambiar la frase de una vez por todas:  El mejor amigo de una mujer, es siempre otra mujer.

 

 

Más entradas
Share by: